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8 situaciones en las que me gustaría gritar, pero me callo porque soy mamá

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“Respira profundo, cuenta hasta 10 y sonríe. Respira profundo, cuenta hasta 10 y sonríe”. Así lo dices una y otra vez hasta que logras calmarte. Cuántas veces no les ha pasado que quieren gritar porque su bebé está haciendo un berrinche o porque no quiere comer o porque __________ (llenen ustedes el espacio). A mí muchas, por eso aquí les comparto sólo 10 de las muchas veces que me gustaría gritar desde el fondo de mi ronco pecho, pero me quedo calladita y sonrío, porque soy mamá.

  1. Cuando mi precioso y adorado BamBam decide que su mamá es un punching bag y me da manotazos en los brazos, en las piernas ¡y hasta en la cara! O cuando me ve cara de pelota y viene corriendo con bat en mano para hacer el home run de su vida. Grito de dolor en medio de un calmado “no mi amor, mamá no es una pelota”.
  2. Paso número uno: piensas qué vas a hacer de comer. Paso número dos: vas al supermercado. Paso número tres: cocinas algo que según tú está delicioso, ¡vamos! hasta tiene saborcito porque le echaste tantita sal y pimienta. Cuatro: lo pones en un plato y se lo das a tu hijo quien te ve fijamente a los ojos, agarra la comida deliciosísima que preparaste, estira su manita y la tira al piso. Cinco: le dices que la comida no se tira al piso y la recoges. Grito desesperado de impotencia mientras te incorporas.
  3. Estás en algún lugar público y tu hijo está llorando porque, pues porque los niños lloran y punto. La señora de alado, que por supuesto es psicóloga, con doctorado en qué les pasa a todos los niños del mundo y especialista en por qué el bebé ajeno está llorando, se voltea y te dice: “¿No será que tiene hambre? Pobrecito, yo creo que tiene hambre. ¿Verdad bebé, verdad que tienes hambre?”. Grito de “¡y a usted que $%&Ç@ le importa!”, mientras te alejas.
  4. Llora, llora, llora, llora. Ya comió, ya le cambiaste el pañal, durmió bien su siesta, ya jugaste con él, intentaste distraerlo, no tiene fiebre, no creo que le duela nada, no veo que tenga un hilo enredado en el dedo del pie. Llora, llora, llora. Grito de frustración y preocupación absoluta escondido tras una lágrima que cae sobre tu mejilla. ¿Sabes si debes dejar llorar a un bebé? Da clic aquí.
  5. Listo, tu niño ya está cenado, bañado, empijamado, ya le contaste un cuento, lo dejaste en su cuna y por fin puedes ver 15 minutos de televisión antes de quedarte dormida. Olivia Pope está terminando por enésima vez con Fitz cuando de pronto escuchas fuerte y claro “¡maaamaaaá!”, seguido de un agudo llanto. Grito ahogado en una canción de cuna.
  6. Por fin una salida con tu esposo, los dos. Vas a poder tomarte una copa de vino o dos y comerte el plato tu solita y va a estar caliente. Estás listísima. Pasan por ti en 20 minutos. Suena el teléfono, es la niñera que se siente muy mal (viernes por la noche), le da mucha pena que sea de última hora, pero no va a poder ir. Grito al desafortunado que te contestó el teléfono para pedir una pizza mientras te quitas el rimel.
  7. Son las 6 p.m. Por fin lograste quitarte la pijama, bañarte y hasta lavarte el pelo. No importa que sean las seis de la tarde, tú te vestiste muy mona (de pants). Oliendo a rosas vas por tu bebé y de su perfecta boca sale volando algo blanco, grumoso, que huele fatal y cae en tu limpísimo pelo. Grito de horror mientras limpias primero a tu bebé y su ropa, y se te olvida que a ti también te ensució el pelo.

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