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La primera popó de tu bebé será una sustancia pegajosa, de color negro o verde oscuro, que se parece al chapopote. Esta apariencia se debe a que se expulsa el meconio, material formado durante el embarazo por células muertas, líquido amniótico y bilis. Su expulsión, durante las primeras 24 después del nacimiento de tu bebé, es una señal de que sus intestinos están funcionado correctamente.
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En caso de que tu bebé recién nacido no elimine el meconio después de 24 horas, puede ser que se haya formado un tapón de secreciones en su intestino. Esto es muy fácil de resolver a través de una enema. Sin embargo, si tu bebé sigue sin poder evacuar después de esto, tu médico debe descartar algún defecto congénito en su sistema digestivo.
Por lo general, un bebé recién nacido, sano y alimentado mediante lactancia materna, hace popó varias veces al día y con mayor frecuencia que un bebé alimentado por fórmula. Esto se debe a que la leche materna es mucho más fácil de digerir. Sin embargo, el número de veces que defeca un bebé es muy variable, por eso te recomendamos que lleves un registro con la frecuencia y apariencia de la popó del bebé para que tu médico pueda valorar su situación. Si quieres saber cómo debe verse la popó del bebé da clic aquí.
Durante los primeros días, tu bebé recién nacido evacuará con una textura tan aguada que es probable que la confundas con diarrea. Afortunadamente, te tomará poco tiempo para que entiendas la frecuencia y consistencia de la popó de tu bebé y de esta manera dejarás de preocuparte.
A medida que pasan los días, la popó de tu bebé cambiará a un color verdoso, café o amarillento. De igual forma, la consistencia se hará mas grumosa y menos líquida. No te debes preocupar por estos cambios, pues la mayoría de las veces se consideran normales. Sin embargo, en caso de que ocurran de manera repentina, o que tu bebé empiece a secretar mucosidad o sangre, te recomendamos acudir inmediatamente a tu médico.
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