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Cuando te casas, la pregunta automática al día siguiente es: ¿y cuándo van a tener hijos? Nosotros regularmente contestábamos: en unos años. Como para tratar de evadir la pregunta, aunque generalmente no nos funcionaba.
Y de repente, pasan los famosos años de gracia y decides que es momento de hacer crecer a la familia. Las pruebas de orina y sangre, así como el ultrasonido confirman tus sospechas. Puedes anunciar al mundo “¡Estoy embarazada!”. Un manojo de sentimientos te invaden en ese momento. Son la emoción, el nervio, la felicidad. Sentimientos encontrados que no sabes por dónde empezar a digerir. Tu mente se revoluciona a mil por hora, “en verdad ¿un bebé?”.
Quisieras sentirlo al instante para creerte la noticia, o simplemente ver tu panza abultada para reconfirmar todos y cada uno de los resultados positivos. Pareciera una película en donde tu cerebro no deja de procesar información: ¿será niño o niña?, ¿a quién se va a parecer? y toda una lista de preguntas adicionales.
Empiezas inmediatamente a pensar en tus nombres favoritos, cómo decorar el cuarto que antes era de visitas. A los minutos ya estás inscrita en todos los sitios para bebés, bajas los apps para tu celular y por si todavía no tuvieras suficiente información, decides comprar una compilación de libros sobre embarazo, el primer año del bebé y similares.
Las pruebas de orina y sangre, así como el ultrasonido confirman tus sospechas.
Puedes anunciar al mundo “¡Estoy embarazada!”.
En un segundo ves la vida de una manera diferente, ya tienes ojos de mamá, no puedes evitar imaginarte al pedacito de cielo que pronto tendrás en tus brazos. Y por más que lo piensas, lo imagines y día a día sientas cómo tu bebé crece dentro de ti, no asimilas la noticia hasta que nueve meses después conoces al amor de tu vida, lo tienes en tus brazos, escuchas su llanto y te das cuenta que, ahora sí, ya eres mamá.
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Dos veces he experimentado ese mundo de sentimientos y emociones que te sobrepasan. La primera vez con Juliancito, hoy un niño de año y medio de edad que está lleno de vida y energía. Y la segunda vez con Loreta, que se sigue cocinando en el horno y que esperamos con toda la ilusión para principios de agosto. Definitivamente quisiera revivir estos momentos, espero no cerrar la fábrica pronto. Vamos a ver qué dice el papá de mis pollitos.
