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Cuentos chinos sobre la sexualidad

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Hace más de 20 años, en “Yo quiero, Yo puedo” escribimos el libro 101 Cuentos chinos sobre sexualidad y otras cositas. Lo hicimos basado en los mitos y las mentiras que las personas decían acerca de la sexualidad y, sobre todo, en aquellas que las mamás les transmitían a sus hijos. Muchas barbaridades se oían entonces y se siguen oyendo ahora.

Muchas personas utilizan el miedo, los mitos y las mentiras sobre la sexualidad para controlar a sus hijos, a su pareja o a sus propios pensamientos (que les asustan o que no saben manejar). Algunos lo hacemos desde que nuestro hijo es pequeño, sin darnos cuenta del daño que le estamos haciendo tanto a corto como a largo plazo.

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Vivimos en una cultura que nos limita el poder hablar con libertad de muchos temas; uno de ellos es el de nuestra sexualidad. Aquí algunos ejemplos:

  • Tu hijo de 3 años se toca los genitales: “Mijito, no te toques ai, que se te cai”. ¿Qué pasará por la cabeza de ese niño?: “¿Ya no debo tocar ninguna parte de mi cuerpo porque se cae?”, “¿Qué tiene de especial esa parte del cuerpo? Ha de ser mala”. ¿Te imaginas lo que esto implica a lo largo de su vida?
  • Qué tal la de: “¡Fuchi, de eso no se habla!” La mamá que dice eso, acaba de ayudarle a su hijo a asociar la sexualidad con algo sucio.
  • O una más sutil: “Estamos comiendo mi vida, ahorita no se habla de esas cosas”. ¿Por qué se puede hablar de plátanos, elefantes, carpinterías, coches y viajes, y no de sentimientos y dudas sobre sexualidad? ¿Es tan raro, tan sucio, tan aparte de todo lo demás? ¿Y por qué a los plátanos, elefantes, carpinterías, coches y viajes les decimos por su nombre y a “eso” lo llamamos “eso”? ¿Será secreto? ¿Será malo? ¿Hará daño?

En la medida en la que tengamos actitudes abiertas, libres y sanas en torno a la sexualidad, como hacia cualquier otro tema, le estaremos dando un regalo a nuestros hijos. Una de las cosas más bellas es poder gozar sanamente de nuestra sexualidad. Esto será muy difícil de lograr si hemos sido educados para relacionarla con miedos y suciedad.

Por ejemplo, si hemos aprendido a interpretar el tocar los genitales como algo sucio o malo, esto disminuirá la probabilidad de que queramos explorar y jugar con nuestra pareja, o de hacernos un Papanicolaou (la prueba que sirve para revisar si tenemos cáncer cérvico uterino). También disminuirá la probabilidad de usar condón, que es clave en la prevención del VIH/SIDA y muchas infecciones de transmisión sexual.

Si heredamos ese mensaje desde hace generaciones, será difícil cambiarlo de la noche a la mañana. Sin embargo, en la medida en la que estemos conscientes que nos daña y que podemos dañar a nuestros hijos y nietos, estaremos dando el primer paso para cambiarlo. El segundo paso será leer, ir a terapia, a pláticas sobre sexualidad sana y a talleres vivenciales de educación sexual en los que podamos compartir con otras personas que también fueron educados en la pena y el miedo.

¿Sabías que…? Educar con miedos en torno a la sexualidad genera ansiedad, la cual limita la posibilidad de vivir una sexualidad sana, responsable, libre y amorosa.

 

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