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Mi experiencia con el Baby Led Weaning

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Fuente: 123rf.com Fuente: 123rf.com

Como la mayoría de las personas, cuando llegó la hora de la ablactación de mi bebé, lo primero que pensé fue en darle una papilla; sin embargo, mi hija me enseñó que había otros caminos.

Después de 6 meses de lactancia exclusiva, parecía estar lista para comenzar con la introducción de otros alimentos (presentaba todos los indicadores, como sentarse derecha y haber perdido el reflejo de extrusión) y yo estaba preparada para el gran suceso de su primer comida. Compré una vaporera, un plato adherible, una cuchara, un babero; la empecé a sentar en su silla a la hora de la comida para que se familiarizara con el espacio, y mi esposo y yo le dimos vueltas a cuál debía de ser su primer alimento (de la lista que nos había dado su pediatra).

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Así llegó el 25 de diciembre y pensamos que era una buena fecha para celebrar que nuestra bebé ya iba a comer. Con mucha emoción le cocimos un chayote y le hicimos una papilla semimolida, pero para nuestra sorpresa su reacción fue una negativa absoluta. A sus 6 meses de edad se metía a la boca todo lo que encontrara a su paso, así que por supuesto lo último que imaginé fue que no quisiera la cuchara.

Después de varios intentos, finalmente logré meter la cuchara en su boca y lloró tanto que decidí regresar unos días a la lactancia exclusiva; mientras tanto, pregunté a mis amigas y la mayoría me dijo no tener ningún problema con las papillas: ¡a sus hijos les encantaban!

Sin embargo, una de ellas me presentó el sistema Baby Led Weaning (BLW), un método de alimentación complementaria autorregulada por el bebé, en la que se le ofrecen trozos de comida en vez de papillas a partir de los 6 meses. Nos informamos al respecto –con el pediatra, en un taller y en conferencias web– y lo que vimos nos sorprendió y nos encantó, así que decidimos darle una oportunidad a nuestra hija y que fuera ella sola quien tomara trozos de comida y los probara a su ritmo.

Lo que ha pasado en estos tres meses nos ha maravillado aún más. Poco a poco fue pasando de tomar un trozo de comida y jugar con él, a darle una pequeña y cautelosa chupada, para luego probarlo y finalmente morderlo, masticarlo –aun sin dientes, mastica muy bien con sus encías– y tragarlo.

Ahora come no sólo frutas y verduras, sino pollo, carne, arroz, frijoles y tortillas, pero lo más importante para nosotros es que disfruta enormemente de los alimentos y nosotros de verla comer. Nos sentamos juntos a la mesa a la hora de la comida y comemos al mismo tiempo (ella come sola) los mismos alimentos (dentro del esquema que su pediatra nos dio), en una auténtica comida familiar.

Debo decir que también hemos pasado sustos, pues en ocasiones pensábamos que se estaba ahogando; pero aprendimos que en realidad son arcadas normales y que la mayoría de las veces los bebés expulsan solos el alimento. Claro que nunca está de más como papás estar preparados para saber qué hacer en caso de una verdadera asfixia.

En estos meses no sólo hemos visto cómo nuestra hija, a su propio ritmo, experimenta con la comida, sino también todos los demás beneficios que hacer BLW conlleva: el desarrollo psicomotriz de tomar algo y llevarlo hasta su boca, la libre elección sobre si se come o no un alimento, el que pueda dejar de comer cuando está satisfecha y hacer batidillo a su antojo para experimentar de manera sensorial las texturas de la comida.

Con todo esto me queda claro que la hora de la comida para ella es mucho más que ingerir nutrientes; es un momento de estimulación temprana y de independencia, además del inicio de un importante aprendizaje, que espero perdure, sobre lo rico que es disfrutar de la comida sin excederse, pero experimentando a probar de todo.

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