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Hermanos: mejores amigos o grandes rivales

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Con enorme ilusión le avisas a tu primer hijo, el centro de tu mundo, el rey o la reina de la casa: “¡Vas a tener un hermanito!” Su respuesta de acuerdo a la edad puede ir de la indiferencia a la felicidad, aunque rara vez esta noticia inicialmente parece ser recibida con enojo. Sin embargo, con el tiempo las cosas parecen complicarse: regresiones, berrinches y rabietas, enojo, angustia, son conductas habituales por las que atraviesan los hermanos mayores al verse “destronados”. Para ti esto puede ser muy frustrante, después de todo detrás de tu decisión de crecer la familia puede haber estado la idea de regalarle un compañero de juego, un cómplice, un amigo. Y esto puede llegar a suceder con mucha paciencia y empatía.

Para el hermano mayor la llegada de un hermanito puede ser francamente devastadora. Tú sabes que con cada hijo el corazón crece hasta duplicarse o triplicarse, en realidad no hay límite a cuanto podemos amar pero el tiempo, la atención y la paciencia si se tienen que dividir. El hermano mayor de un día a otro ve drásticamente reducido el tiempo, la energía y la atención que le dedicaban y esto puede generar en él emociones fuertes: tristeza, enojo, decepción, miedo. Para el pequeño las cosas tampoco son fáciles pues durante muchos años todos los días va a vivir con alguien más fuerte, más capaz, más experimentado. Con el hijo o hija grande, los papás van a vivir por primera vez la vida generando un estándar con el que el hijo pequeño va a ser medido

Quizá estés pensando “mejor me quedo con uno”, pero no platicamos esta historia con afán de crear miedo sino más bien empatía. La realidad es que tener hermanos genera emociones muy fuertes sin importar si eres grande, chico o mediano: celos, miedo, decepción y tristeza acompañados de enorme amor, ternura y alegría. Negar estas emociones (especialmente las negativas) no las hace desaparecer y como nos dice Adele Farber: sí genera una serie de emociones secundarias sobre las emociones iniciales que son mucho más difíciles de manejar: culpa de sentir enojo, miedo de sentir tristeza, decepción de sentir celos. Como te podrás imaginar este laberinto de emociones se vuelve muy complicado de desanudar y dificulta las relaciones.

Es así que para fomentar una relación sana entre hermanos el primer paso es reconocer y validar las emociones que les genera esta complicada relación. Cuando tu hijo preescolar te pide que regreses a su hermanito bebé, en vez de asustarte o enojarte, empieza por ayudarle a aclarar y nombrar la emoción, empatizar y reconectar:

“Pareces muy enojado de que estoy mucho tiempo con tu hermanito bebé y quisieras regresarlo para que esté contigo más tiempo. Es difícil tener un hermanito nuevo y que mamá no esté contigo siempre verdad…ven vamos a jugar riqui ran”

Ahora bien existen algunas otras acciones concretas que puedes llevar a cabo en el día a día para favorecer las relaciones de cuidado entre hermanos:

  • Llena la cubeta de cada uno diariamente. Cuida pasar unos minutos con cada uno de tus hijos en los que le des atención total (sin hermanos, pantallas, ni llamadas) Busca en estos momentos escuchar, jugar o apapachar según sientas la energía de tus hijos.
  • Ayúdense unos a otros. Es usual que les pidamos a los hermanos grandes constantemente que nos apoyen con el cuidado de sus hermanos, pero rara vez a los chicos. Esto les quita la maravillosa oportunidad a los pequeños de sentirse de ayuda, experiencia fundamental para desarrollar un autoctonito positivo. Es por ello que desde que son pequeños puedes pedir a tus hijos que se apoyen mutuamente en pequeñas tareas y celebrar cuando eligen hacerlo.
  • Modela constantemente opciones aceptables de relación. Modela y repite una y otra vez que conductas sí son aceptables. Pide que imiten tu tono de voz en vez de gritar, modela con tus actos pedir en vez de arrebatar y recuerda que estas conductas para aprenderse requieren mucha práctica.
  • Crea momentos de conexión contigo y entre los hermanos. ¿Recuerdas cuando jugabas con tu bebé para buscar hacerlo reír? Esos momentos de conexión absoluta son fundamentales para fortalecer el vínculo entre tu bebé y tú y siguen cumpliendo con la misma función a lo largo de toda la vida. Para fortalecer la conexión entre hermanos empieza modelando tú juegos que permitan se toquen suavemente, se vean a los ojos y se diviertan (estas pueden variar según la edad desde canciones y rimas hasta juegos de chocar manos con hermanos más grandes). Después fomenta estos momentos entre ellos creando códigos familiares compartidos que los conecten para toda la vida.
  • En vez de exigir que compartan pide que tomen turnos. La experiencia que tienen los niños pequeños de compartir es poco agradable ya que su percepción es que un adulto arbitrariamente decide quitar sus posesiones sin claridad de cuando las recibirá de vuelta. Una solución que tiene muy buenos resultados es pedirles a los niños que tomen turnos y que cada uno decida cuando se acaba éste. Si bien el niño que está esperando el turno puede frustrarse, puedes ayudarlo a desarrollar sus habilidades de para manejar esta emoción.
  • Enfócate en lo que quiere cada niño en vez de en la competencia o comparación. “A ella le serviste más helado” es una frase que escuchan los padres constantemente y que suele llevar a discusiones de cantidades y motivos. Busca en vez enfocarte en lo que cada uno de tus hijos necesita “Suena como que quieres más helado. Te sirvo un poco más con gusto”.
  • Fomenta juegos que requieren trabajo en equipo más que competencia. Busca que jueguen juntos contra ti o que el juego acabe cuando todos lleguen a la meta.

 

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