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¡El primer día de escuela de mi hijo!

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Empezaré por decir que no lloré. Y también por aclarar que, aunque escribí parte de esto el primer día de escuela de mi hijo, la realidad es que pasó toda la semana hasta que lo pude terminar.

No presumiré que el lunes nos fue muy bien porque mentiría. La realidad es que todo iba bien: desayunamos en tiempo récord, se dejó poner el uniforme, se lavó los dientes, revisó y aprobó su lunch… El problema empezó cuando pidió una paleta.

¿Una paleta a las 8:20 de la mañana? No hijo, pues no hay. Y no había. De haberla tenido a la mano se la hubiese dado sin pelear. Al final, era su primer día de escuela y yo tenía el corazón encogido. El caso es que ese primer día se quedó muy enojado por el tema de la paleta, ni siquiera creo que le haya importado tanto lo de la escuela. Horas más tarde, salió feliz y cuando llegué a comer con él, me enseñó su primer trabajo manual: un camioncito de escuela con un oso que decía “Bienvenido” y se ve que él fue quien le pegó estrellitas por todas partes. Lo amé.

El segundo y tercer día, hizo pucherito y lloró un poco. Entiendo que a la hora de la salida estaba de buen humor. Su horario de siesta se ha ido ajustando, pasando a la hora de llegada a casa, con lo que también come más tarde y muy bien, por lo que su papá me ha contado.

El jueves sí lo vi más triste y se quedó llorando. El viernes fue distinto. Ese día les piden llevar un juguete “para jugar y compartir”. Así que Martín llevó un tren: Thomas. Cuando llegamos a la puerta del colegio, la Miss le preguntó si había llevado su juguete, y sin más, agarró al Thomas y me dijo “byeeee”.

Así cerramos la primera semana de escuela de mi pequeñito hijo de dos años. Esperemos que la semana que viene todo siga igual de bien.

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Artemisa Padilla

Mamá

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Criar un hijo implica ser congruente con nuestros principios para acompañarlo, con todo nuestro amor, en la construcción de su propio ser.

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