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4 sorprendentes estrategias para apoyar la autorregulación y evitar las crisis emocionales

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Recientemente me topé con una amiga en la biblioteca local. Ella me jaló a un lado para hablar mientras nuestros hijos exploraban las pilas de libros.

Me comentó que estaba preocupada por su hija, quien es sobredotada en ciertas áreas académicas. Esto se debía a que aunque su hija tiene mayor facilidad académica que la mayoría de sus compañeros, le cuesta mucho trabajo enfocarse para hacer algunas tareas básicas. Además, sus reacciones emocionales son muy explosivas y se resiste mucho a las rutinas cotidianas. Por último, me comentó que su seguro médico no cubría sesiones de terapia y me preguntó si había algo que ella podía hacer en casa para apoyar a su hija.

En ese momento me emocioné y le dije: “¡Claro, yo te puedo ayudar!” Tuve que hacer un gran esfuerzo para no gritar, ya que estábamos en una biblioteca y les acababa de pedir a mis hijas que se mantuvieran calladitas.

Algunos simples cambios al entorno y a la rutina de movimiento de su hija harían que se sintiera más cómoda, permitiendo un mejor manejo de sus emociones.

Las emociones de un niño

El cerebro de cualquier niño aún no está lo suficientemente desarrollado como para procesar y autorregular emociones fuertes.

El cerebro de cualquier niño, con o sin facilidad académica, aún no está lo suficientemente desarrollado como para procesar y autorregular emociones fuertes.

Cuando las emociones se intensifican, su habilidad para tener una conversación lógica o para tomar una decisión racional disminuye (o incluso, desaparece por completo). Por lo tanto, cuando un niño atraviesa por emociones fuertes, primero se tiene que tranquilizar.

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Cuando un niño está al borde del colapso emocional, el movimiento de su cuerpo y la adaptación consciente a su entorno lo ayudarán a que autorregule sus emociones. Es así de fácil: ¡movimiento y consciencia!

“Muévanse más” le dije a mi amiga. En un inicio, esta simple sugerencia no la impresionó. Sin embargo, luego le compartí 4 estrategias puntuales para ayudar a su hija a autorregular sus emociones, tanto de modo preventivo como cuando ya estuviera a la mitad de un berrinche.

Me vio de modo escéptico y me preguntó “¿en serio funcionan?”

Son cuatro recomendaciones que para muchos parecen muy locas y para otros demasiado simples. Pero créanme, en serio funcionan. Son estrategias que están científicamente comprobadas y que, en algunos casos, cargan miles de años de sabiduría. Adicionalmente, son tácticas que le enseñan a nuestros hijos cómo usar sus cuerpos para actuar de modo consciente y empático.

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A continuación te comparto estas simples estrategias:

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1)   Carga a tu hijo/a de cabeza o promueve que se mueva

Si a tu hijo o hija le gusta estar invertido, y está lo suficientemente chiquito, cárgalo de cabeza. Si ya está más grande, le puedes enseñar a hacer la posición de yoga del de perro bocabajo o a pararse de cabeza recargado sobre un sillón o una pared.

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Posición perro bocabajo. Fuente: flickr.com / Jack A Ott

Las inversiones de cabeza suelen relajar y calmar a los niños. Al cambiar la perspectiva del cuerpo, también puedes llegar a modificar el enfoque emocional y mental del individuo. El cambio de posición también modifica, de modo sutil, ciertas respuestas neuroquímicas del cerebro, ayudando a relajar el sistema nervioso.

También puedes promover que tu hijo o hija se mueva libremente, que corra, brinque o ande en bici. El movimiento de su cuerpo estimula el sistema vestibular (relacionado al balance) y el sistema propioceptivo (relacionado a la postura y al movimiento). Se ha demostrado en varios estudios que el movimiento y la estimulación de estos sistemas aumenta nuestra función mental, ayudando a la regulación de emociones, al proceso de aprendizaje y a la toma efectiva de decisiones.

Si sientes que tu hijo/a está a punto de tener un colapso emocional, invítalo a correr o a hacer una actividad con movimiento que le guste durante 10 – 15 minutos.  Del mismo modo, si quieres que tu hijo se siente a hacer la tarea, pero no logras que se concentre, invítalo a moverse un ratito antes de retomar su labor. Verás que la transición de una actividad a otra, el enfoque y la concentración le serán mucho más fáciles. Estas técnicas te ayudarán a evitar una desgastante pelea.

Por último, promueve que tu hijo tenga varias horas de actividad y movimiento cada día. Esto fomentará un desarrollo óptimo de su cuerpo y de su mente. Los niños necesitan de mucho movimiento para crecer y desarrollarse plenamente.

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2) Háblale con tonos suaves y ponte a su altura

Me encanta el consejo que la psicóloga infantil, Tina Payne Bryson, Ph.D. (link: http://tinabryson.com/), le da a los papás: pónganse a la altura de sus hijos cuando les hablen y asegúrense de que sus ojos estén debajo de su nivel de vista (básicamente les estarás hablando de abajo para arriba). Este ejercicio ayudará a calmar el sistema nervioso de tus hijos cuando están teniendo intensas emociones negativas. Para lograr esto, puedes cargarlos en alto o agacharte mucho cuando les hables.

¿Te preguntarás por qué funciona esta técnica? Cuando les hablas a tus hijos de abajo hacia arriba, les estás enviando un mensaje subconsciente de que no eres una amenaza, sino una fuente de apoyo.

Sin embargo, lo mejor es dejar que el movimiento, la consciencia y el tacto tranquilicen a tus hijos antes de empezar a hablar con ellos. Si tienes que decirles algo, es importante que lo hagas susurrando o en tonos suaves, utilizando la menor cantidad posible de palabras.

Al elevar la voz, estarás estimulando auditivamente a tu niño (en un momento en que necesita tranquilizarse) y causando que la crisis emocional se agrave. Como bono, ¡el uso de susurros previene los gritos!

3)   Abrázalo/la firmemente por detrás

Los terapeutas ocupacionales, como yo, generalmente recomendamos el uso de la presión profunda como mecanismo para tranquilizar a niños. La presión profunda relaja el sistema nervioso ya que libera hormonas que ayudan a disminuir el dolor, el estrés y las emociones intensas. Es importante destacar que la presión se debe emplear de modo firme y uniforme, asegurándote de que sea algo placentero y no doloroso para tu hijo/a.

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Te daré algunos ejemplos que suceden todos los días para que me entiendas mejor: Si de chiquito tu bebé dormía mejor cuando estaba bien envuelto, esto se debe a los beneficios de la presión profunda. De igual manera, si alguna vez te has dado un masaje, los efectos bioquímicos de la presión profunda son los que hacen que te sientas relajada al finalizar.

¿Aún no estás convencida? Piensa en todas las veces en que te has pegado o cortado, ¿cuál es tu primera reacción? Probablemente lo primero que haces es ejercer presión sobre el área lastimada para reducir el dolor. Este es un ejemplo del uso instintivo de presión profunda para aliviar el dolor o el estrés.

Por el contrario, el toque ligero puede ser bastante irritante para el sistema nervioso, causando que automáticamente reaccionemos de un modo estresante o violento. Piensa en una araña caminando por tu brazo: esto nos genera un sentimiento tan desagradable que causa que queramos aplastarla o sacarla volando de inmediato.

¿Por qué abrazar por detrás?

Cuando abrazamos a nuestros hijos por delante hay más oportunidades para que los toquemos ligeramente en alguna parte del cuerpo: con un mechón de pelo que acaricie su cara, con un collar colgante o con ropa floja que le haga cosquillas en el cuello. Por el contrario, cuando los abrazamos por detrás, nuestros niños quedan menos expuestos al toque ligero.

Es posible que pienses que el toque ligero no afecta, ni irrita a tu hijo; sin embargo, cuando está teniendo una crisis emocional, cualquier cosita puede llegar a desencadenar una reacción mayor. Por lo tanto, es mejor eliminar cualquier situación que pueda llegar a agravar la emoción.

Por último, la presión profunda también tiene beneficios en momentos de tranquilidad ya que estimula el sistema táctil y el sistema propioceptivo (relacionado a la postura y al movimiento). Además, la presión profunda ayuda al desarrollo del mapeo del cuerpo. Este es el GPS interno de nuestro cerebro y es el sistema que nos permite encontrar y tocar nuestra nariz, aún cuando tenemos los ojos cerrados.

Te recomendamos leer: “Abrázalo, dale seguridad”

4)   Sal al aire libre para cambiar de ambiente

Muchas veces ignoramos el efecto de nuestro medio ambiente en nuestro ánimo. Sin embargo, este tiene un impacto significativo, especialmente en un cerebro que apenas está desarrollando todas sus facultades. Esto se debe a que es particularmente sensible a los estímulos auditivos y visuales.

El cerebro de un niño está absorbiendo y procesando información de modo constante y, a diferencia de un cerebro maduro, es incapaz de filtrar y desechar los excedentes de información. Por lo tanto, entre más estímulos visuales y auditivos tenga un niño, es más probable que se estrese y sea incapaz de regular sus emociones.

A diferencia de los adultos, en muchas ocasiones nuestros hijos aún no logran identificar o verbalizar esta sobrestimulación auditiva y visual. Esto puede abrumarlos y estresarlos, causando que se vuelvan completamente locos. Esta es una fuente de estrés que, como papás, muchas veces ignoramos, pero que podemos ayudar a disminuir.

Hoy en día, la vida moderna es ocupada y está llena de ruidos y luces que provienen de otras personas, computadoras, teléfonos y demás. Si para nosotros, como adultos, todo esto puede llegar a ser sumamente estresante y abrumante, para un niño es infinitamente más intenso.

Afortunadamente hay varios cambios menores que se le pueden hacer al ambiente de un niño para prevenir esta sobrestimulación.

Usualmente la solución más fácil es simplemente salir al aire libre: a la calle, al jardín o a un parque. Hay varios estudios que demuestran los efectos positivos del aire libre en nuestro sistema nervioso. Por ejemplo, estar afuera puede reducir nuestra presión arterial y nuestro ritmo cardiaco.

Yo desearía que todos los niños pudieran pasar una parte de cada día jugando al aire libre. Sin embargo si, como yo, vives en un lugar como Austin, que es insoportablemente caluroso y húmedo en el verano, te recomiendo crear un ambiente relajado dentro de tu casa: apaga algunas luces, apaga todo el ruido excesivo (televisión, teléfono, computadora), baja tu tono de voz y deja que todos se relajen un poco. Como complemento, puedes poner música clásica o prestarle a tu hijo/a unos audífonos que cancelen el sonido. Puedes probar varias combinaciones y ver cuál es la que mejor le funciona a tu hijo/a.

Espero que todos estos consejos te hayan sido útiles y que ahora le puedas ayudar a tu hijo/a a regular mejor sus emociones. Como último punto, quisiera decirte que para que estas estrategias sean efectivas, es importante que tú también te relajes y te cuides para estar bien. Recuerda la importancia de ser gentil y cariñoso contigo mismo/a.

Antes de intentar calmar a tu hijo/a, intenta calmarte a ti mismo/a. Ya sé que lo has escuchado mil veces, pero intenta respirar profundamente (5 – 10 veces) para tranquilizarte antes de empezar a manejar la crisis de tu querido bebé. Además, no tengas miedo de implementar las estrategias que te compartí anteriormente para ti mismo/a. Son estrategias para la reducción de estrés para todo ser humano, no solo para niños.

Como siempre, te agradezco mucho tu atención. Gracias por invertir parte de tu preciado tiempo leyendo mis palabras. Espero que esta información te sirva a ti o a algún ser amado.

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